viernes, 8 de abril de 2016

a todos los santos

Es tarde y ya se han retirado las huestes.
Solo cae agua y detergente sucio
sobre la tierra ebria.
Hacía sol cuando se secó el río, 
ahora las orillas ríen en silencio, 
con el verano a los pies 
y agosto ardiendo.
No ha cambiado nada en esta ciudad desde que nació el mundo, 
la misma dictadura, la misma náusea,
el mismo sol de la infancia.
Y esta casa y sus revoluciones, sus barricadas quemadas y vacías
por la ausencia de líderes, estos pilares que no se sostienen. 
Esta casa que es mi cárcel, mis oídos y mis ingles. 
Y tú, ajeno a la piel que tantos desgarros ha recibido
-que es la tuya y la mía-
sigues rezándole a la poesía. 

Ojalá nos abrace la lluvia.
Ojalá quedemos sepultados bajo el agua,
como la tumba prematura que nos cava la vida.
Deja que alimente nuestro desierto, mi surrealismo, 
tu desarraigo,
y que canten mis tripas, tengo hambre de vivir,
gritar, y escupir 
todos los peces que viven y mueren 
en mis entrañas.

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